¿Puede ser que conozcamos hoy en día su gloriosa excelencia sólo gracias al genio de un hombre?
¿Es posible de alguna forma que un ser humano haya memorizado, nota por nota, los 10 minutos de duración de la obra, la parte de cada una de las nueve voces participantes, la armonización, los arreglos y los tiempos exactos?
Puede ser, y es. Ya sabemos que parece increíble.
Pero la historia del Miserere de Allegri no puede serlo más.
Gregorio Allegri, nacido en Roma en 1582 y alumno de Nanino y Palestrina, escribió en o alrededor de 1638 su celebérrimo Miserere, una pieza coral para nueve voces que debía ser cantada los Miércoles de Tinieblas. El Oficio de Tinieblas, relacionado para los católicos con la Semana Santa y en consecuencia con la Pasión de Jesucristo, solía celebrarse en el Vaticano el Miércoles Santo (miércoles anterior al Viernes Santo), día en que Cristo fue prendido por el poder político romano de Palestina. Se lo denomina "de tinieblas" porque, en señal de duelo, a medida que los rezos avanzaban, un sacristán iba apagando una a una todas las candelas del presbiterio hasta que la iglesia quedaba completamente a oscuras. El Evangelio según San Mateo (27:51) cuenta que, al momento de morir el Salvador, un terremoto hizo temblar la tierra ("Y he aquí que el velo del templo se rompió en dos, de alto a bajo; y la tierra tembló, y las piedras se hendieron"), por lo que los asistentes a la ceremonia, en el momento en que se apagaban las luces, comenzaban a golpear los bancos con los misales para reproducir la impresión del movimiento telúrico. Imaginamos que todo ello, sumado a las abismales voces de Allegri haciendo un progresivo piano, ha de haber sido una experiencia difícil de olvidar.
La letra del Miserere proviene de la versión de la Vulgata latina del Salmo 51, escrito según la tradición por el rey David en presencia del profeta Natán. La letra del salmo comienza diciendo: "Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia: conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeldías".
La música del Miserere está basada, como era normal en su época, en el canto gregoriano. Lo que de novedoso le imprime el compositor es la polifonía (el gregoriano es esencialmente monódico), armonizando las voces en distintos grupos o cuerpos de sonidos. Esta forma se denomina falsobordone, y era novedosa en aquella época. El Miserere de Allegri, pues, es una de las primeras piezas corales religiosas donde se abandona el unísono estricto que caracterizaba al canto gregoriano medieval. Por este motivo, también, algunos la consideran la primera obra barroca renacentista.
Allegri alterna tres modos formales en la obra: el gregoriano estricto (o salmodia), un canto a cuatro voces y otro canto a cinco voces.
Una vez muerto Allegri, el papado hizo algo aún más novedoso: autorizó a los solistas para que improvisaran en el Miserere según sus propios gustos y capacidades. Estos solistas eran castrati (varones castrados, que cantaban en la cuerda de la soprano), altos (hombres con registro femenino de contralto), barítonos y bajos. Por esta gracia papal, durante el siglo siguiente (XVIII), el Miserere se cantaba ya en versiones muy distintas unas de otras y ciertamente muy diferentes de aquella que imaginó Gregorio Allegri.
Pero, de vuelta en el siglo XVII, el problema pasaron a ser las partituras.
La decisión que va a provocar todo el episodio fue tomada, posiblemente, por el papa León X, que reinó entre 1513 y 1521. Parece ser que este pontífice o sus sucesores consideraron que ciertas piezas sacras, por su excelencia y belleza, sólo podían ejecutarse en el Vaticano y ante la presencia del papa y los altos dignatarios eclesiásticos. Por lo tanto, ya en tiempos de Allegri, durante el papado de Urbano VIII, estaba totalmente prohibido, so pena de excomunión, copiar las partituras, entregarlas a terceros y, por supuesto, cantar las piezas en circunstancias que no fueran la "solemnidad", es decir, en Roma, en Semana Santa y ante la presencia de los superiores. Las partituras originales fueron a parar a los Archivos Vaticanos, y el magnífico Miserere de Allegri desapareció del dominio público. Ciertos autores opinan que la Iglesia -que había pagado a los compositores por escribir estas piezas a pedido- consideraba que las nuevas formas de armonía como "propiedad privada" suya o "secreto industrial", y no deseaba que las mismas fuesen accesibles a cualquiera. Si alguien quería escuchar las obras, debía esperar a Semana Santa y viajar a Roma. No había otra manera.
Corría el año 1770. Hacía aproximadamente 130 años que el Miserere dormía el sueño de los justos en los Archivos Vaticanos, y sólo era exhumado para ejecutar sus 10 minutos y 9 segundos una vez al año.
Ocupaba el solio pontificio Giovanni Vicenzo Ganganelli, Clemente XIV. Papa de triste memoria, fue él quien suprimió a la Compañía de Jesús mediante el breve de 1773.
En esa Semana Santa de 1770, la historia del Miserere de Allegri cambiaría para siempre.
El papa decidió que la pieza se ejecutaría en la Capilla Sixtina de la Catedral de San Pedro en un nuevo Miércoles de Tinieblas.
En el momento más terrible del Miserere, el papa se prosterna ante el crucifijo, mientras comienzan a apagarse las velas de la capilla. El Maestro de Capilla, en los últimos versos, dirige a sus cantores para que vayan algo más lento y disminuyan el volumen de sus voces, mientras la vacilante luz del último cirio ilumina a los desgraciados pecadores del Juicio Final de Miguel Ángel que preside la capilla.
Luego, la ceremonia termina, el Papa se retira y los fieles salen a la calle.
Uno de ellos, músico, que lleva de la mano a su niño de 14 años, se lamenta de no poder tener acceso a la partitura de una pieza tan sublime. El niño dice: "No te preocupes, padre", y esa misma noche, al llegar a su albergue, escribe de un tirón y casi sin errores la pieza completa, las partes de las nueve voces, indica con precisión los tiempos y los arreglos, e incluye todas las armonizaciones que acaba de escuchar en la Sixtina.
Dos días después, Viernes Santo, el pequeño persiste en sus actividades clandestinas: dudando de si no habrá cometido algún error, se lleva su copia del Miserere enrollada y oculta en su sombrero a una nueva ejecución en la capilla. Manteniendo piadosamente el sombrero entre las manos, va siguiendo la interpretación. En efecto, hay unos pocos errores. El niño los corrige de inmediato y entrega a su padre, gozoso, una copia limpia y perfecta de la pieza ejecutada.
El lector habrá ya adivinado quién era este niño genial: se llamaba Johann Chrisostomus Wolfgang Theophilus Mozart. Wolfgang Amadeus Mozart , como todos lo conocemos hoy en día.
¿Qué hacía Mozart en Roma en ese momento? La idea de su padre Leopold parece haber sido lograr que el jovencito tomara clases con el Kappelmeister Padre Martini en Bolonia, antiguo profesor de música de Johann Christian Bach, hijo del célebre Johann Sebastian.
Leopold y Wolfgang abandonaron Salzburgo el 13 de diciembre de 1769, en un largo periplo que incluía visitas más o menos turísticas a Innsbrück, Verona, Milán y Roma. Fue en esta última ciudad, a la que arribaron el 11 de abril de 1770 (justo a tiempo para Semana Santa) donde los sedujo la idea de presenciar una presentación del Miserere el Miércoles de Tinieblas.
A pesar de que Mozart ya había escrito más de 70 piezas musicales, incluyendo tres óperas (Apollo et Hyacinthus a los 11 años, Bastien und Bastienne a los 12 y La finta semplice a los 13), y en ese momento estaba trabajando en una cuarta (Mitridate, Ré di Creta), su padre Leopold Mozart no pudo menos que quedar sorprendido por la prodigiosa precisión de la memoria musical de su hijo. Escribe a su esposa en una carta fechada el 14 de abril: "A menudo has escuchado hablar del famoso Miserere de Roma, tan apreciado que los cantantes tienen prohibido bajo pena de excomunión llevarse una sola parte de él, copiarlo o dárselo a nadie. Pero ya lo tenemos. Wolfgang lo ha escrito de memoria, y te lo hubiésemos mandado a Salzburgo con esta carta si no fuese porque lo necesitamos para ejecutarlo. Como se trata de uno de los secretos de Roma, no deseamos que caiga en manos extrañas".
Marianne Mozart von Berchtold, la hermana mayor de Mozart a quien este llamaba, cariñosamente, "Nannerl", escribió poco después de la muerte de su hermano algunos recuerdos que entregó a uno de sus biógrafos. Dice Nannerl Mozart: "El miércoles por la tarde fueron a la Capilla Sixtina para escuchar el famoso Miserere. Como tradicionalmente se penaba con la excomunión hacer copias de la música papal, mi hermano la escuchó con atención y luego la escribió. Al día siguiente volvió a la capilla, con la partitura escondida en el sombrero, para ver si la había anotado correctamente, pero cantaron otro Miserere. El Viernes Santo repitieron el primero. Cuando volvió a su casa hizo algunas correcciones aquí y allá, y estuvo listo. Pronto se volvió conocido en Roma, y mi hermano lo cantó mientras tocaba el clave en un concierto. Estaba presente el castrato Christofori, que lo había cantado en la Capilla Sixtina".
En aquel viaje a Italia, los Mozart siguieron al sur hasta Nápoles y volvieron a Roma algunas semanas más tarde. Irónicamente, Clemente XIV, advertido de que Mozart estaba en Roma, lo recibió en audiencia y lo armó caballero, admirado del modo en que el pequeño ladrón musical acababa de despojarlo de su tesoro.
Por último, el joven Wolfgang llegó a Bolonia, donde pudo cursar sus anhelados estudios con el Padre Martini.
Un reputado biógrafo e historiador musical inglés, el doctor Charles Burney, estaba por la misma época recorriendo Francia e Italia. Quería reunir suficiente material para escribir un libro sobre la música de esos países. Por una enorme casualidad, llegó a Bolonia para entrevistar al Padre Martini el mismo día en que Mozart estaba con el sacerdote. Los tres se conocieron entonces.
La partitura manuscrita de Mozart nunca se ha encontrado, pero sugestivamente, Burney, al regresar a Londres luego de departir con Mozart y Martini, publica por fin su libro a fines de 1771. En él, además de un relato de su viaje, incluye una recopilación de la música sacra que se utilizaba en la Capilla Sixtina para la celebración de la Semana Santa... ¡y el Miserere figura en ella! ¿Puede haber entregado el joven genio su partitura al grave doctor? Nunca lo sabremos con certeza, pero el episodio no se explica de otra manera.
Si la transcripción de Burney es copia de la de Mozart, entonces documenta las improvisaciones que empleó el coro papal en 1770 y los arreglos efectuados el día de la audición.
La primera publicación del Miserere por parte de Burney tuvo un enorme éxito, y a partir de allí, la partitura de la pieza fue reimpresa muchas veces en Londres, Roma, París y Leipzig.
El monopolio del papado sobre el Miserere de Allegri había terminado para siempre.
De este modo, la memoria de un joven increíblemente genial hizo que una preciosa composición musical llegase hasta nosotros, frente al egoísmo de los pontífices que querían guardarla solo para ellos.
Esa singular Semana Santa de 1770 fue el momento en que Wolfgang Amadeus Mozart tuvo piedad del Miserere.
-- Marcelo dos Santos
(Traducido, adaptado y ampliado de diversos sitios de Internet)
Más información:
- Lorenzo Juan Llabrés: El Miserere de Allegri visto por un amante del jazz
- Allegri´s Miserere and the Renaissance
- Mozart: genio e sregolatezza
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